Cuando el trabajo y la familia necesitan ajustes

Por
Alfredo Luna
13 October 2025
2 min lectura

💡 El equilibrio no suena como un motor: se siente en silencio

Ese momento incómodo, entre la culpa y la concentración, es donde me doy cuenta de algo que antes no quería admitir: no se puede estar al 100% en todo, al mismo tiempo.

El equilibrio, ese concepto tan usado en los posts motivacionales, en realidad es una especie de reparación constante. Un ajuste fino, como alinear el display de un iPhone que quedó menos de un milímetro fuera del marco. Si lo aprietas de más, se rompe el display y adios imagen. Si lo dejas flojo, no encaja correctamente y hay un desfase notable, incomodo y empiezan las dudas sobre la seguridad post-entrega.

Así pasa con la vida.

Un día te enfocas tanto en el trabajo que llegas tarde al festival de tu hijo 🎭. Otro día intentas compensar y dejas todo el taller en pausa, sabiendo que eso también tiene un costo. Pero entre todo ese caos, aprendes a medir y gestionar mejor tus fuerzas, tus tiempos, tus prioridades.

No hay manual ni app que te diga cuándo detenerte es una ruta indefinida. Solo hay señales: cansancio a veces fatiga, la mirada de tus hijos cuando llegas a casa y esa expectativa y sorpresa agradable con la que te reciben, o incluso ese vaso de café frío que olvidaste tomar porque el día te comió ☕️.

Y entonces lo entiendes: el verdadero equilibrio no está en dividir el tiempo perfecto, sino en aprender a ajustar y gestionar sin romperte, sin vaciarte.

⚙️ Ajustes reales, no perfectos

El equilibrio suena bonito hasta que tienes tres iPads abiertos en la mesa y llamas a tu casa por Alexa Drop-in y escuchas a tu hijo gritar desde la sala de alegría, porque si esa es la forma de expresarse de mi pequeño, estando en el espectro, a los casi 6 años el aun no habla y no puede decirme: Papi ven a ver esto! , pero yo entiendo sus expresiones.

Ahí no hay filosofía ni productividad que valga: solo una elección. A veces tengo que elegir pararme, otras no. Y no siempre me siento orgulloso o conforme de la decisión que tomo.

Hubo un tiempo en que pensaba que el taller debía absorberlo todo. Que mientras el negocio creciera, los demás entenderían. Pero no. El tiempo que no dedicas a quienes amas, no se repone, y la factura emocional llega más tarde, y sin aviso.

Hace poco, por ejemplo, estaba reacondicionando una pantalla de iPad Pro 12.9" que se me resistía más de lo habitual. Ya era tarde, no lograba alinear el cristal y por consiguiente el adhesivo no sellaría bien y yo solo pensaba: “Si la dejo así, mañana no voy a lograr entregarla a tiempo”.

En ese momento recordé a mi hijo, en su cuarto, estaba vocalizando a su modo una canción que le enseñaron en terapia.

Pospuse el iPad dejándolo solo encima el cristal pendiente, apagué la máquina de laminado y cerré la tienda. Llegué a casa y lo vi sonriendo, y entendí que esa media hora valía más que una reparación perfecta.

Claro, al día siguiente tuve que levantarme más temprano para dejar todo listo antes de abrir el local. Pero curiosamente, ese día trabajé mejor. Sin culpa. Con más claridad.

Y me di cuenta de que el equilibrio no se logra solo con calendarización minuciosa, horarios fijos ni aplicaciones de organización, sino con decisiones conscientes que te recuerdan quién eres y por qué haces lo que haces.

A veces ajustar significa decir “no” a un cliente, o apagar el celular durante la cena. Otras veces significa quedarte en el taller hasta tarde para terminar algo que te importa de verdad, porque si también tu palabra es tu compromiso con el cliente, y empatizar y conectar con las necesidades que ellos tienen también entra dentro de la ecuación, por que al final del día, el dispositivo que te confiaron significa una pieza en su rompecabezas con la cual ellos mismos ajustan su propio equilibrio.

El punto no es cuánto trabajas, sino qué estás dispuesto a sacrificar y qué no estás dispuesto a perder.

🚴 El equilibrio se entrena cotidianamente

Curiosamente, fue el ciclismo el que me enseñó a entender mejor el ritmo de mi vida.

Cuando entreno en ya sea en la carretera o indoor en Rouvy, esa plataforma virtual donde puedes subir puertos de montaña sin salir de tu casa, me pasa algo parecido a lo que ocurre en el taller: si arrancas con demasiada fuerza e ímpetu, te quemas y te vacías antes de tiempo.

Si arrancas demasiado flojo, tardas mucho en desarrollar y por ilógico que parezca tiendes más a sufrir algun accidente o error que te lleve a una caída (al menos así fue mi caso) es decir la sangre no fluye rápido y tu cerebro no conecta adecuadamente con tus reflejos y tus extremidades.

Durante las primeras semanas de entrenamiento en Rouvy por ejemplo, quería hacer todas las rutas largas, escalar más metros, sudar más, sentir que estaba progresando, mejorando mis tiempos y mis promedios de potencia. Pero terminaba agotado, con las piernas temblando, la fatiga muscular a tope y la cabeza llena de pendientes sin resolver en el taller.

Hasta que un día, después de una sesión en la que me bajé de la bici rendido, entendí que no se trata de cuánto haces, sino de cómo te administras.

El ciclismo, igual que la vida, es pura gestión de energía.

Hay días para apretar y conjugar intervalos de alta intensidad con otros de recuperacion y otros días de pura recuperacion para soltar y simplemente mover las piernas a una cadencia cómoda sin exigirte, sin responder a la clásica provocación de echar carreritas del que te pasa por un lado. Días de ritmo constante a cadencia alta pero en una zona de esfuerzo intermedia y días de cadencia baja y esfuerzo alto donde el simple hecho de seguir pedaleando ya es suficiente.

Y lo más importante: no se entrena solo con las piernas, también con la cabeza.

En el rodillo se tiene control total sobre la sesion de entrenamiento aprendes a practicar y escuchar tu respiración, a leer tus señales fisicas de cambio de una zona a otra. A saber cuándo el cuerpo pide pausas leves, cuándo la mente necesita silencio, o cuándo solo necesitas bajarte, abrir la ventana y respirar aire real 🌬️.

Así como calibras un iPhone antes de cerrarlo, calibras también tu día.

Aprendes que un descanso a tiempo evita una avería, un bajón repentino o una crisis por sobre-entrenamiento. Aprendes Que no puedes estar al 100% todos los días, pero sí puedes mantenerte en movimiento, sin perder dirección.

En ese equilibrio entre el esfuerzo y la pausa, entre el ruido del taller y el silencio de una ruta virtual al amanecer, encontré una verdad sencilla: si no haces espacio para ti, para salir de esa vida sendentaria 12 horas en una oficina tarde o temprano el cuerpo te lo cobrará, y la vida también.

🏠 El equilibrio también se construye en casa

Y si cuando comprendes esto ultimo llegan semanas en las que todo parece estar en perfecta sincronizacion: el taller marcha bien, las reparaciones se entregan a tiempo, los pedidos salen de forma coordinada y logro entrenar tres días seguidos y hasta cocino el desayuno del sábado. Pero basta un imprevisto —una reparación complicada, un cliente indeciso o uno de mis hijos con fiebre sorpresiva— para que todo ese equilibrio se tambalee.

Ahí es donde realmente se pone a prueba la famosa “vida balanceada”.

No en los días tranquilos, sino como se dice “Life gets in the way” en los que todo se tuerce y tienes que decidir qué sostienes y qué dejas caer.

Mi esposa, siempre me dice algo que me ha salvado más de una vez:

“No necesitas hacerlo todo hoy, solo lo que te toca hoy.”

Y sí, puede sonar simple, pero cuando tu cabeza está entre las cuentas por pagar, un Apple Watch que no responde, una lista de cotizaciones pendientes y el horario de las terapias de tu hijo, esa frase se convierte en tu ancla ⚓️.

Aprendí que parte del equilibrio está en compartir el peso, no en querer cargarlo todo.

Que si ella sostiene la casa mientras yo sostengo el negocio, no significa que uno valga más que el otro: significa que los dos entendemos que esto es un equipo, no una competencia.

Por eso también el entrenamiento se volvió algo más simbólico y lo complemento con otras disciplinas de ejercicio para mantenerme consistente y variante.

Cuando hago core o levantamiento de peso 🏋️, no lo veo como un intento por estar “fit”, sino como un recordatorio físico de lo que pasa en la vida: si no fortaleces tu base, cualquier carga te derrumba.

Y el ciclismo, por su parte, me enseña a soltar el control.

No puedo pedalear y responder mensajes al mismo tiempo, bueno de poder si puedo pero decido no hacerlo, me enfoco en mi sesion y en la musica que me ayuda a mantenerme en ritmo físico y cardiaco. Pero tampoco puedo mejorar si no descanso, si no hago una pausa de al menos un día en la que solo deje a mi cuerpo absorber el esfuerzo previa y generar con buena nutrición las adaptaciones necesarias para la sesión siguiente, y de esta forma siento consistente seguir progresando bajo la formula del interés compuesto correlacionada al performance fisiológico.

Así que esos momentos de rodillo o de barra son, en realidad, mi terapia silenciosa, el espacio donde acomodo la mente, donde la conecto como todos mis músculos y donde le digo que si podemos lograr esa repetición mas o esa serie extra, o ese ultimo sprint sin disparar al máximo el ritmo cardiaco y después regreso con más claridad al taller, despues del trabajo a casa, y a mis hijos.

Hay días que fallo: no entreno, no publico nada, no termino el avance de contenido que planeé.

Pero si en la noche logro sentarme con mis hijos a cenar, o ver media hora cualquier cosa en la televisión sentado en el sofá con mi esposa sin mirar el teléfono, siento que el día valió la pena.

Porque el equilibrio no solo se mide en productividad, sino también en presencia. 💛

🌅 Aprender a soltar el ideal

Durante algún tiempo perseguí una versión imposible de mí mismo:

el técnico que nunca se atrasa o que siempre encuentra la falla y la solución definitiva, el padre siempre disponible, el esposo perfecto (aunque siempre he distado mucho de serlo), el creador de contenido disciplinado y el ciclista que nunca se salta un entrenamiento del plan estructurado.

Y por más que me esforzara, siempre había una pieza fuera de lugar.

Hasta que entendí que no se trata de lograr que todo encaje, sino de aprender a aceptar cuando algo no lo hace.

La vida, igual que una reparación compleja, no se resuelve solo con manuales

A veces las piezas encajan a la primera tal cual en la formula comprobada, y otras hay que volver a re-visitar la falla electrónica en el dispositivo para lograr corregir el conflicto ocasionado por un componente mínimo.

Así son también los días: algunos fluyen y otros simplemente no dan más de sí.

Aprendí que no pasa nada si un día se me hizo tarde para ir a dejar a mi hija y no entreno, o si una entrega no urgente se retrasa porque preferí dormir una hora más o desayunar con mis hijos.

No es falta de compromiso; es recalibrar para no fundirte.

Porque si fuerzas demasiado la limpieza o la laminación a una pantalla, la rompes.

Si fuerzas demasiado la vida, también.

Y es curioso, pero cuanto más me permito descansar y dejar que mi cuerpo recupere, mejor sale todo.

Los entrenamientos son más consistentes y se nota el progreso en mis números, el trabajo sale  más preciso y en menor tiempo porque lo hago enfocado y las conversaciones en casa salen más ligeras y sin prisa.

Ya no busco el equilibrio ideal, sino "uno que respire conmigo" (como el diafragma que se ensancha para ayudar a mis pulmones a generar mas flujo de oxigeno), un equilibrio que se adapte al día, al cansancio a final de jornada, al ánimo y a la realidad del momento.

Entendí que soltar el ideal no es rendirse, es hacer espacio para lo que de verdad importa:

para los errores, los aciertos, los descansos, los abrazos espontáneos y los pequeños logros que no publicas en ninguna red.

Ahora, cuando algo no sale perfecto, ya no me frustro y me molesto como antes.

Solo pienso: “Está bien, hoy ajustamos diferente. Hoy andamos a otro ritmo”

Y sigo.

Porque la vida, igual que el ciclismo, se trata de eso: mantenerte en movimiento, encontrar tu ritmo y aprender a seguir pedaleando, aunque no sea a la misma velocidad todos los días. 🚴‍♂️

🌟 No se alcanza, se practica en todo momento

Con el tiempo entendí que la vida no se repara una sola vez para no volver a fallar.

Se calibra todos los días a cada hora a cada minuto, con paciencia, con torpeza, con inteligencia y con amor.

Un día ajustas el trabajo en el negocio, otro la familia, otro simplemente a ti mismo.

Y está bien.

Ya no busco tenerlo todo perfecto.

Prefiero vivir en versión beta, no en un build definitivo para lanzar a mercado, prefiero estar en constante mejora, con errores incluidos pero en marcha.

Porque la perfección inmoviliza, y la vida —igual que un iPhone que se repara y vuelve a encender— está hecha para seguir funcionando, para continuar en movimiento, no para quedarse en pausa.

Hoy, si algo se desordena, no lo tomo como una falla sino como una señal.

Respiro. Me acomodo de nuevo en el sillin, conecto mi core a mis extremidades.

Si puedo, pedaleo; si no, descanso.

Y si llego a casa tarde pero con la mente en paz, sé que ese también fue un buen día.

Al final, el equilibrio no se alcanza: se practica continuamente sin cesar

Se practica cuando decides cerrar el taller a tiempo, cuando eliges dormir una hora más sin culpa, o cuando vuelves a subirte a la bici después de una semana difícil.

Se practica en silencio, en casa, en el taller, en la mente.

Porque el equilibrio no se trata de añadirle mas horas al dia, sino de darle valor a las que sí tienes.

Y mientras esas horas sigan llenas de propósito —aunque el día no sea perfecto— entonces todo sigue en su sitio, y tú sigues avanzando. 🚴♂️✨

No busco equilibrio perfecto, solo seguir avanzando sin perderme de lo que realmente importa. 💛
Alfredo Luna
desde Timm Repair